El Día Internacional de los Objetores de Conciencia se celebrará el 15 de mayo en Londres, con una pequeña ceremonia en el Monumento creado para ellos, y que consiste en una roca volcánica en Tavistock Square, cerca de la estatua de Gandhi y el árbol de Hiroshima. Se recuerda así a aquellos que se negaron a matar, incluso cuando se enfrentaron a su propia muerte por desobedecer órdenes militares.
Hoy todavía existen muchos países que castigan duramente a quienes se niegan a participar en una guerra, ya sea por razones religiosas o ideológicas, a pesar de ser considerado un derecho humano consagrado por la Comisión de la ONU sobre Derechos Humanos, en la resolución 1998/77.

Otras formas de Objeción de Consciencia se han desarrollado en tiempos más recientes, como el derecho de desviar parte de los impuestos personales que pagan por la guerra o el presupuesto militar hacia un fondo de paz o de resolución no violenta de conflictos (a menudo llamado Objeción Fiscal).
Donde esto no es aceptado como una opción legal (como en el Reino Unido) algunos individuos han sido encarcelados por retener el dinero de sus impuestos.
Durante la manifestación del 2003 antes del comienzo de la guerra de Irak, muchas personas llevaban pancartas diciendo "No en nuestro nombre", es decir, objetando la decisión de su Estado de invadir otro país.
La objeción de conciencia es el rechazo al cumplimiento de determinadas normas jurídicas por ser éstas contrarias a las creencias éticas o religiosas de una persona. Puede plantearse ante cualquier tipo de mandato que se derive del ordenamiento jurídico, como normas médicas u obligaciones tributarias: el supuesto más destacado, no obstante, es la objeción de conciencia al servicio militar y por ende, a ir a la guerra.
Desde una ética racional - como la representada ejemplarmente por Henry D. Thoreau – el ideólgo de la desobediencia civil- que considera que el individuo debe responder en primer lugar al tribunal de la propia conciencia, la objeción de conciencia se define como un derecho subjetivo a resistir los mandatos de la autoridad cuando contradicen los propios principios morales.
De alguna manera, entronca con otras figuras de desobediencia al derecho, especialmente con la desobediencia civil y, de manera aún más directa, con el denominado derecho de resistencia a la opresión, proclamado en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano al inicio de la Revolución francesa (1789).