Por haber sido sorprendida bebiendo cerveza en público, la modelo malaya Kartika Sari Dewi Shukarno, ha sido condenada a recibir seis azotes por su falta, según dicta la ley sharia (islámica) que rige en ese país.
“Es el primer caso en Malasia... es un buen castigo porque bajo la ley islámica la persona que bebe comete una falta grave”, señaló el fiscal Saiful Idham Sahimi, quien agregó que Kartika optó por no apelar la sentencia.

La joven de 32 años y de origen singapurense, aceptó su culpabilidad: "Estoy preparada, no tengo miedo. Las autoridades esperan que esto pueda servir de ejemplo para educar a los musulmanes, pues adelante".
La modelo pidió además que su castigo sea ejecutado en público, para dar el ejemplo a otros, aunque este deseo le ha sido negado, y será azotada en la prisión.
La corte fijó un periodo de una semana, a partir del 24 de agosto, para la aplicación de la sentencia en una cárcel de mujeres. Durante su reclusión, la modelo será examinada médicamente para determinar que está apta para recibir el castigo, y ahí permanecerá hasta que se decida la fecha de aplicación de la sentencia.
La corte islámica aseguró que Kartika será liberada “lo antes posible” después de recibir su castigo, y de pagar una multa equivalente a 500 euros.
Los azotes, que la persona condenada recibe en los glúteos, cortan la piel y dejan cicatrices permanentes. Pero según las autoridades, Kartika “no sufrirá mucho dolor porque el látigo de ratán con el que se le darán los azotes tiene como fin educar y no castigar, y será más pequeño y ligero que el utilizado para los hombres”
El mes pasado, otro caso causó indignación internacional, cuando un tribunal sudanés condenó a 40 latigazos a la ex periodista Lubna Husein, acusada de vestir pantalones.
La mujer fue detenida en un café de la capital sudanesa, Jartum, por vestir esta prenda, considerara “inadecuada” e “inmoral”.
La sentencia fue postergada luego de que el abogado de la periodista argumentara la inmunidad diplomática que confiere a Husein trabajador en la ONU. Decenas de mujeres presenciaron el juicio, algunas ataviadas con tejanos, y enarbolaron pancartas en las que denunciaban la violación de los derechos humanos.