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En Afganistán OXFAM apuesta por las mujeres

Martes 4 Agosto 2009

La organización internacional apoya diversos proyectos sociales y económicos en uno de los peores lugares del mundo para ser mujer.


Sentada en el suelo de su tienda, Alam pesa cuidadosamente un kilo de trigo para su vecina. Con la ayuda de Oxfam y otras mujeres de su aldea, Alam comenzó su pequeño negocio hace seis meses.
“Antes dependía de mi marido, pero ahora tengo mi propio dinero”, relata Alam mientras sonríe.

Alam es miembro de un grupo de autoayuda en la pequeña aldea de Shar-i-Buzurg, en la provincia de Badakhshan, al norte de Afganistán. Como parte del gran programa de formas de vida rurales financiado por Oxfam Canadá y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación, Oxfam ha iniciado grupos de autoayuda para mujeres en 10 aldeas.

Préstamos y cursillos

Cada grupo, con una media de 20 mujeres, recibe 300 dólares en créditos rotativos para ayudar a estas mujeres a abrir sus pequeños negocios. Oxfam brinda formación y apoyo continuo para que estas mujeres logren administrar sus propios negocios.

Alam es una de las primeras tres mujeres elegidas por el grupo de miembros para iniciar su propio negocio. Ella acaba de terminar de pagar su préstamo y el grupo ahora busca otra tanda de mujeres para ofrecer los préstamos.

“Apoyamos los negocios entre nosotras”, confiesa otra mujer del grupo. “Siempre que necesito comprar algo, acudo a la tienda de una de las otras mujeres”. Alam dice que su marido, al principio, no estaba convencido de que ella emprendiese su proyecto. Pero ahora que ha visto su éxito, es uno de sus principales apoyos.

“Pero si mi marido quiere algo de la tienda tiene que pagar como cualquier otro cliente”, sentencia Alam entre risas.

Contra pronóstico

Badakhshan, una provincia mayoritariamente rural y con pocas infraestructuras, tiene una de las tasas de pobreza más altas de Afganistán. La sequía persistente castiga a las familias, haciéndolas pasar hambre en los años malos y con unos altos niveles de desnutrición en mujeres y niños debido a la limitada dieta y la falta de acceso a alimentos ricos en vitaminas.

Las mujeres de Badakhshan se enfrentan a incluso peores desafíos. Esta zona se considera uno de los peores lugares del mundo para dar a luz: de cada 100 mil nacimientos vivos, mueren 6500 madres, y solo una de cada cinco mujeres saben leer y escribir. Ciertas normas sumamente estrictas con respecto a cuestiones de género han limitado el acceso de la mujer a los pocos centros sanitarios que existen con una mujer como médico. El matrimonio de niñas jóvenes de hasta 12 años es común, y pocas mujeres adultas han terminado la escuela primaria.

Sin embargo, Nasima Sahar, la encargada de asuntos de género en Badakhshan, vislumbra cambios positivos.

“Cuando comencé a trabajar aquí en 2002, las mujeres no se atrevían siquiera a decirme sus nombres porque creían que ello sería una vergüenza para ellas y sus familias”, cuenta Nasima. “Ahora parecen otras mujeres, tienen más confianza y puedes ver lo contentas y motivadas que están”.

La formación y el apoyo del grupo de autoayuda incluyen educar a las mujeres sobre violencia doméstica y matrimonio de niños. Junto con esto, también se brinda formación sobre asuntos de género a más de 1400 “generadores del cambio” a lo largo de Badakhshan, hombres y mujeres con poder de cambiar la opinión y las actitudes, tales como líderes religiosos, médicos y funcionarios del gobierno.

Paso a paso

Oxfam también apoya a una organización socia local para alfabetizar a 450 mujeres en Badakhshan y gestiona un programa de incentivos para atraer a maestras cualificadas de la capital de la provincia a las áreas más remotas y rurales de Badakhshan.

“Sin una maestra mujer, muchas familias no envían a sus niñas a la escuela”, declara Nasima. “Solo 70 niñas acudían a la escuela antes de comenzar el programa de incentivos, pero ahora acuden más de 1100”.

Debido a este éxito, Oxfam está expandiendo esta iniciativa para brindar incentivos a más maestras mujeres.
A pesar de que ella nunca tuvo la oportunidad de concluir sus estudios primarios, Alam tiene mejores esperanzas para su hija.

“Me casé cuando tenía 12 o 13 años”, confiesa Alam. “¡Pero ahora mi hija está en la escuela secundaria y no voy a dejar que se case hasta que haya terminado la universidad y tenga al menos 22 años!”.


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