Palabra de Mujer: la iglesia somos todos
Después de la primera ordenación del llamado grupo de las 7, al menos otra docena de mujeres más en todo el mundo se han hecho Sacerdotisas. Ninguna ha querido renunciar a su fe católica y algunas de ellas están incluso casadas, puesto que el Movimiento por la Ordenación de las Mujeres no sólo defiende el ministerio femenino, sino además, promueve el fin del celibato obligatorio entre los sacerdotes, tanto hombres como mujeres.

Para conocer más sobre este movimiento, Corresponsal de Paz entrevistó a algunas de estas “Sacerdotisas Católicas” que en al menos tres continentes ya llevan a cabo todas las ceremonias reservadas hasta ahora solamente para sacerdotes masculinos:
Christine Mayr-Lumetzberger. Austria. Pertenece al llamado grupo de las 7. Ordenada en 2002 por el Arzobispo Braschi. Casada y responsable de otras ordenaciones en Europa como en Estados Unidos y Canadá. Miembro de la organización “Somos Iglesia”:
“Mi decisión ha sido un largo y reflexivo proceso, hasta que finalmente llegué a un punto de no-retorno y decidí dejar de tener miedo. Cuando supe que nuestra labor podría ayudar a millones de mujeres, entonces di el paso definitivo Nosotras no estamos en contra de nada ni de nadie, al contrario, creo que somos incluyentes. La Iglesia nos necesita. Hemos sido objeto de muchos malos entendidos y sin embargo, la gente en nuestros lugares nos acepta y nos respeta, es el clero quien nos rechaza, probablemente porque hay un miedo intrínseco en la Iglesia a todo aquello que sea femenino. Yo sé que nuestro movimiento será durante un tiempo sólo un grupo profético, que quizá en el futuro establezca cambios significativos en la Iglesia y sobre todo entre los católicos. La jerarquía debe comprender que el mundo ha cambiado y nosotros, la Iglesia, debemos cambiar también. Sobre el nuevo Papa Benedicto, estoy segura que si algún día tuviéramos la oportunidad de hablar, él entendería nuestra postura, así como a mí me gustaría escucharle para conocer la suya”
Geneviève Beney. Francia. Teóloga desde 1980. Ordenada en Julio del 2005 por dos Obispas del Grupo de las 7. Casada con un protestante. Miembro de la Asociación “Mujeres y Hombres en la Iglesia”:
“Por supuesto que todavía soy católica. Ése no es el problema. Yo creo en mi religión, sin embargo, sabía que correría el mismo destino que mis primeras compañeras y que me exponía a la excomunión, aunque yo no he recibido ninguna carta oficial del Vaticano. Por ahora y durante algún tiempo seremos solamente un ‘movimiento de protesta’ pero tengo esperanza en que las cosas cambiarán. Yo por ejemplo pensaba que nunca en mi vida vería oficiar a una mujer sacerdote y ahora ¡lo estoy haciendo yo misma! Y la gente me busca para que les de los sacramentos o la confesión, no tienen miedo y además aquí en mi región hay un solo sacerdote para (¿) 12 pueblos. La gente nos necesita y nosotras como mujeres, quizá somos más sensibles para ciertos temas. Nuestro sacerdocio es igual y diferente al mismo tiempo. No queremos quitarle el lugar a los hombres, queremos tener el nuestro, otorgar nuestra visión femenina. Es por eso que también pedimos que el celibato no sea obligatorio, porque yo, como mujer casada que soy, puedo entender mucho mejor quizá algunos problemas de mi gente. Desgraciadamente la jerarquía es una institución machista o en el mejor de los casos misógina. Ellos hablan de una ‘dignidad femenina’ desde su visión, pero nadie nos ha preguntado sobre nuestra propia idea de dignidad. Comprendo que se sientan amenazados: nos hemos atrevido a cuestionar su poder y el destino de la mujer en la Iglesia.
Victoria Rue. Estados Unidos. Activista en pro de la Ordenación femenina y de los derechos de los grupos marginados, incluidos gays y lesbianas de Estados Unidos. Fue monja. Es soltera pero vive en pareja desde 1990. Escribe y dirige obras de teatro sobre su ministerio:
“Yo tengo una casa iglesia y pronto estaré ofreciendo los sacramentos a aquellas personas que como yo, el Vaticano les ha cerrado la puerta: prisioneros, gente sin hogar, lesbianas y homosexuales a los que ahora la jerarquía quiere equiparar a los pederastas, y eso me parece muy injusto. Soy católica, pero también creo en una iglesia donde la sexualidad no sea necesariamente pecaminosa, porque entiendo que la sexualidad también es un regalo de Dios. Creo firmemente que las mujeres podemos crear una iglesia donde todo el mundo sea bienvenido a la mesa. De eso y muchas cosas más se asusta la jerarquía. Ellos saben que con nuestra llegada cambiará todo: los rituales, el lenguaje y la jerarquía misma. El nuestro es un movimiento profético que llama al futuro de la Iglesia. Ellos deben superar de una vez por todas, su temor a lo femenino, pues ya se han cometido muchos errores y muchos crímenes debido a esos recelos”