Por sus frutos los conoceréis: Curas con Faldas
“Sobre todo, confío en vuestras palabras”, dijo el Papa Benedicto XVI a sus fieles durante su primera alocución como Pontífice. Una frase que para Luzmila Javorova debió tener especial significado. Luzmila fue ordenada Sacerdote en 1970 por Monseñor Davidek, por aquel entonces arzobispo de Brno en la antigua Checoslovaquia.
Eran los tiempos duros del comunismo y el catolicismo sólo se practicaba en la clandestinidad. El arzobispo ordenó también, de manera secreta y a instancias del Vaticano, a 17 obispos y 68 sacerdotes varones, algunos de ellos casados. La Iglesia les había pedido no colaborar con el gobierno Checoslovaco.
Siempre en secreto, Luzmila llegó incluso a ser Vicaria General, pero con la caída del muro en 1989 y en la llamada Revolución de Terciopelo, la fe católica volvió a ser libre. La sacerdotisa decidió pedir el reconocimiento oficial al Vaticano. El silencio fue su única respuesta. Hasta que en 1995, su carta a Juan Pablo II tuvo efecto: Roma ‘se escandalizó’ con la existencia de una mujer sacerdote, obispos casados y curas con nietos. El cardenal Ratzinger fue el encargado de poner el orden invalidando esas ordenaciones.
Según fuentes del Vaticano, la población católica creció en 40% entre 1975 y 2002, pero la cantidad de sacerdotes ha permanecido casi invariable desde entonces. En el mundo 1,070 millones de personas profesan la religión católica. Estas mismas estadísticas indican que más de 780 mil mujeres sirven a la Iglesia en contraposición con el número de varones, que asciende a poco más de 400 mil.
Uno de los mayores grupos que promueve el sacerdocio femenino, el movimiento “Somos Iglesia” tiene su sede precisamente en Alemania, país natal del actual Pontífice Benedicto XVI, y cuenta con el apoyo de por lo menos dos millones y medio de católicos en los países germano-parlantes así como unos cuatro millones en Europa, Estados Unidos y Canadá.
Este y otros movimientos insisten sin embargo, en que el Sacerdocio Femenino no es sólo para paliar la falta de varones, sino para imprimirle otro rostro a la Iglesia del siglo XXI.
En España, otro país de alta tradición, el escritor Pepe Rodríguez, autor del libro “Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica” (Ediciones B Barcelona, 1985) señala en uno de sus capítulos: “Siete son las mujeres que siguen y sirven a Jesús de forma continua -María de Magdala, María de Betania y su hermana Marta, Juana, Susana, Salomé y la suegra de Simón/Pedro- Y todas ellas son personas nada convencionales, libres de amarras sociales, capaces de decidir su presente y su futuro. Mujeres al Servicio de Dios y del naciente evangelio, y el rol que desempeñaron, aunque más restringido a causa de las condiciones sociales imperantes, no fue menos importante que el de los llamados apóstoles”
El también autor de “Dios nació mujer”, (Ediciones B Barcelona, 1999) señala que “a pesar de la misoginia que caracteriza a la Iglesia, Jesús trató a la mujer con igualdad de derechos y la hizo protagonista de todos los episodios fundamentales de su vida pública. De hecho, María de Magdala fue la primera en recibir la aparición de Jesús resucitado y la encargada de comunicárselo a los discípulos varones.”