Hace casi 30 años que Pierre Foldes está amenazado de muerte: desde que comenzó su interés por los órganos sexuales femeninos. Urólogo de profesión, este médico francés es el inventor y único practicante en el mundo de una técnica que reconstruye el clítoris a las mujeres que han sufrido la llamada “ablación o circuncisión femenina”.
Esta brutal costumbre utilizada en 28 países de África para matar el deseo femenino, se extiende ahora peligrosamente hacia otras latitudes. Foldes afirma que es posible devolver el placer a 140 millones de mujeres sometidas a este tormento, pero ningún otro médico se atreve a seguirle los pasos.
Por Cristina Ávila-Zesatti / París, Francia- 2004
En febrero del año 2000 la policía francesa interrogaba en París a una niña de origen africano. La pequeña de apenas 13 años era una de las tres hermanas de la familia Bah, inmigrantes senegaleses residentes en Francia. -“¿Sabías tú que han mutilado a tu hermana?”-preguntaron-. La respuesta natural e inocente sorprendió a los inspectores: “Sí, yo se que han cortado a mi hermanita pequeña, la que acaba de nacer” -¿Y te parece que eso está bien? –insistieron los policías- “¡Ah no! Me parece horrible eso que le han hecho. Yo nunca permitiría que me pasara lo mismo”
Pero la sorpresa de los gendarmes fue nada comparada con la indignación que pronto invadió a la niña. Al ser sometida a una revisión, descubrió que ella y su otra hermana de 10 años habían corrido la misma suerte. Todas habían sido mutiladas. Apenas nacer, a las tres se les había literalmente rebanado el clítoris.
¿Los culpables? Sus propios padres, que en pleno París del siglo XXI, renovaron el pacto con un ritual ancestral de su África natal: cortar el órgano sexual de sus niñas para asegurarse de que no sentirán deseo ni placer en toda su vida; para garantizar su virginidad hasta llegar a algún matrimonio arreglado contra su voluntad y finalmente para evitar la infidelidad una vez entregadas a su nuevo dueño.
Las cifras mundiales de este rito sin origen, practicado en 28 estados africanos y algunas regiones de Oriente Medio son escalofriantes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre 100 y 140 millones de mujeres ya han pasado por la tortura. Anualmente se suman a la lista 3 millones de mujeres más, es decir 8,000 ablaciones diarias, una mujer mutilada ablación cada 9 segundos.
En estas regiones el pecado original es ser mujer. Y el miedo a la independencia femenina se corta de raíz: un cuchillo, una navaja de afeitar o piedras afiladas, cualquier instrumento es válido para asegurar la castidad y la fidelidad.
Nadie sabe cómo o cuándo nació este culto al sometimiento. Muchos de sus practicantes lo atribuyen al Islam y sin embargo, ni el Corán ni ninguna otra religión hacen referencias directas, aunque ciertamente lo han tolerado tanto musulmanes como judíos, cristianos y coptos que habitan en estos países; todos coinciden en imponer este cinturón de castidad perpetuo.
Y aunque resulta evidente que la génesis de la costumbre es masculina, cierto y triste es que son las propias madres y familiares mujeres quienes obligan a sus hijas a este martirio. Un suplicio que con la emigración comienza a cruzar fronteras: Estados Unidos, Canadá, Italia, Finlandia, Suecia e Inglaterra ya sufren esta herida, mientras que en Francia se estima que en los próximos años, 60 mil niñas serán mutiladas o enfrentan el peligro de que su derecho al placer se convierta en llaga.