En París brilla una luz de sensibilidad
Sin embargo, es posible que las tres niñas de la familia Bah y otras jovencitas hijas de inmigrantes africanos residentes en Francia, tengan alguna esperanza de conocer una vida sexual normal después de todo. Ellas viven en París, el mismo lugar donde opera el único médico en el mundo que reconstruye el clítoris a las mujeres que han sufrido esta horrorosa costumbre.
El doctor Pierre Foldes comenzó su carrera médica hace más de 35años. Recién egresado de la universidad y con el diploma de cirujano urólogo bajo el brazo, Foldes partió en misión humanitaria.
Con la organización de Médicos del Mundo, trabajó en esas tristemente típicas regiones donde se sufren todas las indigencias económicas, sociales y médicas: India, Afganistán, Centroamérica y África. Desde su minúsculo consultorio a las afueras de París, Foldes habla con Corresponsal de Paz sobre su iniciación:

“A principios de los 80, recibimos un reporte que alertaba sobre la elevada mortalidad de las mujeres africanas durante el parto.
Una vez ahí, constaté la impresionante cantidad de desgarros vaginales, infecciones y toda clase de complicaciones ginecológicas.
Ese fue mi primer contacto con la mutilación sexual. Debía atender a estas mujeres violentadas por su propia familia, por su propia sociedad. Era una herida provocada intencionalmente y con consecuencias para el resto de sus vidas”
Curar y callar. Al principio fue lo que este médico francés hizo con las mujeres que atendía en África, pues se supone que los voluntarios no deben intervenir en las costumbres de los lugares donde prestan servicio. Pero también es verdad que existía en él esa semilla de idealismo de casi todos los que participan en las misiones humanitarias.
Y fue precisamente esa semilla la que un día maduró de forma casi imprevista. Un día, mientras trabajaba en Burkina Faso, en el África Oriental, una mujer con agudos dolores, le rogó llorando a Pierre Foldes que le curara la herida. Entonces todo cambió, según explica el galeno:
“Me pidió que la curara. Y yo pensé que solamente la curaría si reparaba el daño que le habían hecho. Yo era sólo un médico y por eso al principio no me hice cuestionamientos filosóficos sobre la mutilación. Quería curarla realmente. A ella y a todas las demás. Así que comencé a idear una técnica para reconstruir el clítoris cortado de esas mujeres que habían sido condenadas a la insensibilidad sexual.”
En busca del placer perdido
Foldes comenzó entonces a trabajar de manera rudimentaria en aquellos parajes africanos desolados y desoladores. Parecía que su técnica médica funcionaba y poco a poco las mujeres fueron acercándose a él, con recelo al principio, y con discreción después. Cuando habla de sus primeras investigaciones, su voz -que de por sí es apresurada- sube considerablemente de tono, casi con una gravedad de rabia:
“Fue increíble. Tuve que partir absoluta y completamente de cero. ¿Mi primer triste descubrimiento? Que en todos estos siglos de investigaciones médicas no hay prácticamente ningún estudio serio sobre el clítoris. ¡Nadie hasta ahora se ha interesado en este órgano! Toda la comunidad científica se ha centrado en volúmenes de estudios sobre el sexo de masculino, pero de este extraordinario órgano femenino casi ni una palabra. ¿Extraño, no? Puesto que se trata de un órgano cuya única función es el placer y el deseo. Nada más. No tiene otra misión. Y yo no creo que esto sea un olvido casual.”
Durante 20 años Pierre Foldes trabajó sobre esta técnica inventada por él y lo hizo en la casi absoluta clandestinidad, con los limitados medios de las misiones en varias regiones africanas.
Casi al mismo tiempo que inició su labor redentora, comenzaron también las amenazas de muerte; al principio hizo caso omiso porque como él mismo explica, los voluntarios suelen ser vistos con recelo.
Pero luego las amenazas se extendieron también a las mujeres que se atrevían a cruzar aquella frontera de la tradición.
Entonces decidió regresar a Francia para perfeccionar la innovadora técnica que había inventado y con toda la intención de darla a conocer a la comunidad científica. Después, quizá otros médicos podrían sumarse a la labor.