El número de reses de las familias pastoralistas del sur del país disminuyó drásticamente en las dos últimas décadas debido a enfermedades inducidas por el cambio climático y la grave sequía que causó, según un nuevo informe de investigadores etíopes y holandeses.

En la zona de Borena de la región Oromiya, una de las tres estudiadas, se comprobó que el número promedio de animales que poseen los hogares pastoralistas pasó de 10 a 3 bueyes, de 35 a 7 vacas y de 33 a 6 cabras. Puesto que los ingresos y el sustento de dichas familias dependen totalmente de sus animales, tales pérdidas son desastrosas.
Los impactos del cambio climático agudizaron la pobreza y la inseguridad alimentaria pues la posesión de ganado disminuyó, se dice en ese informe sobre los peligros inducidos por el cambio climático, sus impactos y las consiguientes intervenciones en Etiopía meridional.
Enfermedades desconocidas
La investigación estuvo a cargo del Foro Etíope de Estudios Sociales y Cordaid, un grupo holandés que es asociado del Centro de la Cruz Roja y la Media Luna Roja sobre Cambio Climático, con sede en La Haya, y tiene experiencia en la gestión de sequías en el Cuerno de África.
En el estudio se dice que garrapatas y enfermedades de la piel en los camellos, el ganado bovino, las cabras y las ovejas son comunes durante sequías graves, pero que cabras y camellos, que se consideran más resistentes a la sequía y que los pastoralistas adoptan como estrategia de supervivencia en lugar del ganado bovino, se ven afectados por la incidencia de nuevas enfermedades.
En la zona estudiada también cambió la distribución de plagas y enfermedades; según Aklilu Amsalu, investigador
incipal, “las enfermedades habituales se propagan y están surgiendo otras”. Además nuevas enfermedades desconocidas causan la muerte repentina de cabras y camellos.
Cuando los animales perecen, la gente comienza a depender de la ayuda y en las estaciones secas estallan “conflictos por recursos” como el agua y los pastos, se constata en el estudio. En el período 2004-2008, “casi la cuarta parte” de los hogares de las zonas de Borena y Guji fueron víctima del abigeato relacionado con esos conflictos.
En recientes artículos de la prensa etíope se afirma que 50 por ciento de los habitantes de la región Somalí seguirá dependiendo de la ayuda alimentaria internacional, por lo menos, hasta mediados de este año. Según el periódico Reporter, “el acceso y la ayuda humanitaria siguen siendo muy irregulares” en dicha región.
En diciembre, la Federación Internacional hizo un llamamiento por valor de casi 100 millones de dólares –uno de los de mayor cuantía de su historia para un “desastre oculto”– y junto con la Cruz Roja Etíope planificó distribuciones de alimentos que comenzarán en breve, principalmente, en zonas pastoralistas.
Ahora bien, como hasta la fecha, la respuesta de los donantes ha sido muy limitada, sólo está garantizado uno de los cuatro grandes centros de distribución previstos en el país.
“Rezo por la lluvia”
“Estamos haciendo cuanto está a nuestro alcance con el respaldo de los donantes del que disponemos”, afirma Roger Bracke, Jefe de Operaciones de la Federación Internacional en el Cuerno de África, destacado en Addis Abeba. “A todos nos complació que en la evaluación interinstitucional más reciente, se constatara que en Etiopía, el total de personas que quedan fuera de la red de seguridad del gobierno y necesitan ayuda de emergencia disminuyera a poco menos de cinco millones el mes pasado. Pero aún así, es una cifra muy alta”, añade.

Ute-Muda Garero sabe muy bien lo que es el abigeato. Él es uno de los pocos pastores que permanecieron en el pueblo de Dhuko, Oromiya, durante la estación seca, temeroso de verse involucrado en el conflicto tribal por el agua y los pastos que, según él, agita los alrededores de la zona de Borena donde cientos de hombres de la asociación campesina se trasladaron temporalmente en busca de mejores pastos.
Pero sus animales se están resintiendo de esa decisión y la salud de los mismos se deterioró hasta el exacto punto medio de la escala oficial de medición: entre dos y tres en esa escala de cuatro puntos en la que el cuatro corresponde a la agonía.
“Sí, rezo por la lluvia”, dice. “Mi ganado seguirá en el punto tres incluso si las lluvias llegan a tiempo, pero en caso contrario, seguro que morirá”, explica refiriéndose a la principal estación de lluvias que comienza el mes que viene.
Aparte de las mujeres y los niños, en Dhuko sólo se quedó un puñado de ancianos y dirigentes comunitarios.
Raciones reducidas
Allí y en incontables miles de asentamientos similares anida el desastre que azota al Cuerno de África. Niños desnutridos que parecen tener la mitad de su edad; estadísticas de mortalidad infantil por causas que pueden evitarse; “guerras por recursos” entre tribus que solían vivir en paz y erosión paulatina del pastoralismo, estilo de vida tradicional. Hace unas semanas, el Programa Mundial de Alimentos (PMA), organismo especializado de la ONU que es el principal asociado de la operación de la Federación Internacional en el Cuerno de África, informó que en 2009, la financiación de socorro acusará un déficit de poco más de 400 millones de dólares.
Desde julio de 2008 se redujeron las raciones de alimentos, indica el PMA y añade que frente a la situación, los hogares siguieron recurriendo a estrategias negativas para satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, incluidos, la venta de bienes productivos en un porcentaje más alto de lo común (44 por ciento), la disminución del número de comidas (92 por ciento) y el recurso a préstamos de alimentos o dinero (69 por ciento).
En febrero, el PMA distribuye raciones reducidas de aceite y cereales, y da prioridad a la mezcla de alimentos únicamente para los beneficiarios de las zonas más afectadas, entre ellas, la región Somali.

En la zona de Borena de la región Oromiya, una de las tres estudiadas, se comprobó que el número promedio de animales que poseen los hogares pastoralistas pasó de 10 a 3 bueyes, de 35 a 7 vacas y de 33 a 6 cabras. Puesto que los ingresos y el sustento de dichas familias dependen totalmente de sus animales, tales pérdidas son desastrosas.
Los impactos del cambio climático agudizaron la pobreza y la inseguridad alimentaria pues la posesión de ganado disminuyó, se dice en ese informe sobre los peligros inducidos por el cambio climático, sus impactos y las consiguientes intervenciones en Etiopía meridional.
Enfermedades desconocidas
La investigación estuvo a cargo del Foro Etíope de Estudios Sociales y Cordaid, un grupo holandés que es asociado del Centro de la Cruz Roja y la Media Luna Roja sobre Cambio Climático, con sede en La Haya, y tiene experiencia en la gestión de sequías en el Cuerno de África.
En el estudio se dice que garrapatas y enfermedades de la piel en los camellos, el ganado bovino, las cabras y las ovejas son comunes durante sequías graves, pero que cabras y camellos, que se consideran más resistentes a la sequía y que los pastoralistas adoptan como estrategia de supervivencia en lugar del ganado bovino, se ven afectados por la incidencia de nuevas enfermedades.
En la zona estudiada también cambió la distribución de plagas y enfermedades; según Aklilu Amsalu, investigador

Cuando los animales perecen, la gente comienza a depender de la ayuda y en las estaciones secas estallan “conflictos por recursos” como el agua y los pastos, se constata en el estudio. En el período 2004-2008, “casi la cuarta parte” de los hogares de las zonas de Borena y Guji fueron víctima del abigeato relacionado con esos conflictos.
En recientes artículos de la prensa etíope se afirma que 50 por ciento de los habitantes de la región Somalí seguirá dependiendo de la ayuda alimentaria internacional, por lo menos, hasta mediados de este año. Según el periódico Reporter, “el acceso y la ayuda humanitaria siguen siendo muy irregulares” en dicha región.
En diciembre, la Federación Internacional hizo un llamamiento por valor de casi 100 millones de dólares –uno de los de mayor cuantía de su historia para un “desastre oculto”– y junto con la Cruz Roja Etíope planificó distribuciones de alimentos que comenzarán en breve, principalmente, en zonas pastoralistas.
Ahora bien, como hasta la fecha, la respuesta de los donantes ha sido muy limitada, sólo está garantizado uno de los cuatro grandes centros de distribución previstos en el país.
“Rezo por la lluvia”
“Estamos haciendo cuanto está a nuestro alcance con el respaldo de los donantes del que disponemos”, afirma Roger Bracke, Jefe de Operaciones de la Federación Internacional en el Cuerno de África, destacado en Addis Abeba. “A todos nos complació que en la evaluación interinstitucional más reciente, se constatara que en Etiopía, el total de personas que quedan fuera de la red de seguridad del gobierno y necesitan ayuda de emergencia disminuyera a poco menos de cinco millones el mes pasado. Pero aún así, es una cifra muy alta”, añade.

Ute-Muda Garero sabe muy bien lo que es el abigeato. Él es uno de los pocos pastores que permanecieron en el pueblo de Dhuko, Oromiya, durante la estación seca, temeroso de verse involucrado en el conflicto tribal por el agua y los pastos que, según él, agita los alrededores de la zona de Borena donde cientos de hombres de la asociación campesina se trasladaron temporalmente en busca de mejores pastos.
Pero sus animales se están resintiendo de esa decisión y la salud de los mismos se deterioró hasta el exacto punto medio de la escala oficial de medición: entre dos y tres en esa escala de cuatro puntos en la que el cuatro corresponde a la agonía.
“Sí, rezo por la lluvia”, dice. “Mi ganado seguirá en el punto tres incluso si las lluvias llegan a tiempo, pero en caso contrario, seguro que morirá”, explica refiriéndose a la principal estación de lluvias que comienza el mes que viene.
Aparte de las mujeres y los niños, en Dhuko sólo se quedó un puñado de ancianos y dirigentes comunitarios.
Raciones reducidas
Allí y en incontables miles de asentamientos similares anida el desastre que azota al Cuerno de África. Niños desnutridos que parecen tener la mitad de su edad; estadísticas de mortalidad infantil por causas que pueden evitarse; “guerras por recursos” entre tribus que solían vivir en paz y erosión paulatina del pastoralismo, estilo de vida tradicional. Hace unas semanas, el Programa Mundial de Alimentos (PMA), organismo especializado de la ONU que es el principal asociado de la operación de la Federación Internacional en el Cuerno de África, informó que en 2009, la financiación de socorro acusará un déficit de poco más de 400 millones de dólares.
Desde julio de 2008 se redujeron las raciones de alimentos, indica el PMA y añade que frente a la situación, los hogares siguieron recurriendo a estrategias negativas para satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, incluidos, la venta de bienes productivos en un porcentaje más alto de lo común (44 por ciento), la disminución del número de comidas (92 por ciento) y el recurso a préstamos de alimentos o dinero (69 por ciento).
En febrero, el PMA distribuye raciones reducidas de aceite y cereales, y da prioridad a la mezcla de alimentos únicamente para los beneficiarios de las zonas más afectadas, entre ellas, la región Somali.