En las últimas semanas, Zimbabwe ha marcado un macabro hito. El pasado mes de enero este país registró su caso de cólera número 60.001, según informa
la Cruz Roja y Media Luna Roja.
A finales de diciembre se barajaba la cifra de 60.000 afectados como el peor de los casos. Ahora, las organizaciones humanitarias que trabajan en el país temen que los casos podrían ascender a 100.000 y más. Independientemente de cuál sea el número final, Zimbabwe se encuentra en este momento asolado por el más grave brote epidémico de cólera de los últimos 15 años en el continente. En seis meses, se ha superado la media anual de casos y muertes por cólera de toda África.
Sin embargo, a pesar de la constante atención prestada por los medios de comunicación y las promesas de solidaridad procedentes de todo el mundo, los esfuerzos de la comunidad humanitaria para detener este desastre se ven socavados porque se nos agotan rápidamente los fondos.
Un día en el centro de Kadoma
Un caso típico es el de Kadoma, donde existe un centro de tratamiento del cólera de la Cruz Roja. Allí, se han instalado tiendas de campaña en un campo de fútbol y las organizaciones de ayuda alojan a 100 personas aquejadas por esta espantosa enfermedad.
Una chica joven llega en una carreta de bueyes. Sus familiares y una pareja de agobiadas enfermeras la trasladan a un mostrador de inscripción. Después de que anotan sus datos, la pobre chica se recuesta sobre una lona, estremeciéndose por el agotamiento y la deshidratación.
Un poco después, un hombre se dirige a un trabajador de la Cruz Roja. Le explica que en su pueblo el cólera se ha cobrado en los últimos días la vida de 10 vecinos. Suplica que se organice algún tipo de transporte, pues, como en el caso de la joven, todas las personas afectadas de su pueblo tienen que ser trasladadas en carreta o carretilla. Añade que, para transportar a una persona con este calor, diez kilómetros son una larga distancia.
Su solicitud es presentada a la enfermera responsable. "¿Qué vehículos?", pregunta ésta. "No hay tantos camiones ni coches libres y, además, ¿de dónde íbamos a sacar el dinero para el combustible?"
En el centro del campo de fútbol, una de las tiendas de campaña está reservada para los casos más graves. Un hedor de cloro recibe a quienes acceden a ella. Aquí, todo está meticulosamente fregado, una y otra vez.
A la derecha hay una mujer conectada a un respirador. "Insuficiencia renal", susurra la enfermera. Una enfermedad previamente existente agravada por el cólera. "Debería estar en Harare", continúa la enfermera. Pero otra vez: el problema del transporte.
La joven de fuera se recuperará. Aquí va a recibir un tratamiento de primera calidad y disfrutar de acceso a inodoros y comidas periódicas. El cólera no es una enfermedad difícil de tratar. Con suficiente líquido, una atención delicada y algo de descanso, la joven volverá a ponerse de pie en unos pocos días. Ha tenido suerte, pues su comunidad disponía de una carreta de bueyes y su pueblo está a una distancia posible de recorrer. Como casi todos los casos en este improvisado hospital, la joven se repondrá y volverá a su casa.
La acción de la Cruz Roja
La realidad es que el brote de cólera está íntimamente relacionado con el colapso económico e infraestructural en Zimbabwe. En este contexto, organizaciones como la Cruz Roja desempeñan una función clave. Pese a la necesidad de abordar los problemas de infraestructura, en este momento, su atención se centra en detener las infecciones y las muertes. Detener la propagación del cólera es, literalmente, una cuestión urgente de vida o muerte.
Los resultados ya son evidentes. La organización produce millones de litros de agua segura y excavando letrinas, está apoyando a las clínicas sobrecargadas y con escasos recursos con medicamentos y expertos en cólera, y los voluntarios explican a las personas en los pueblos más remotos las sencillas medidas que deben adoptar para detectar y prevenir la enfermedad.
Falta de recursos
Sin embargo, a pesar de las apremiantes necesidades y el verdadero impacto que la Cruz Roja y la Media Luna Roja están teniendo en todo el país, la falta de fondos es alarmante. "Si esto no cambia, nos veremos obligados a revisar nuestros planes. Y esto es sencillamente insostenible", advierte la Cruz Roja.
"Ya hemos visto cómo se ha sobrepasado una vez 'el peor de los casos'. La población de Zimbabwe no puede permitirse sobrepasar uno más. Ha sufrido más que suficiente y necesita desesperadamente nuestros esfuerzos colectivos para ser rescatada de esta atroz crisis humanitaria. Deben proporcionarse los recursos necesarios para luchar contra el cólera en primera línea. El número de muertos excede ya los 3.000. No podemos permitir que alcance los 4.000. Ello sería un hito de más, excesivamente macabro y completamente innecesario", sostiene la organización.

A finales de diciembre se barajaba la cifra de 60.000 afectados como el peor de los casos. Ahora, las organizaciones humanitarias que trabajan en el país temen que los casos podrían ascender a 100.000 y más. Independientemente de cuál sea el número final, Zimbabwe se encuentra en este momento asolado por el más grave brote epidémico de cólera de los últimos 15 años en el continente. En seis meses, se ha superado la media anual de casos y muertes por cólera de toda África.
Sin embargo, a pesar de la constante atención prestada por los medios de comunicación y las promesas de solidaridad procedentes de todo el mundo, los esfuerzos de la comunidad humanitaria para detener este desastre se ven socavados porque se nos agotan rápidamente los fondos.
Un día en el centro de Kadoma
Un caso típico es el de Kadoma, donde existe un centro de tratamiento del cólera de la Cruz Roja. Allí, se han instalado tiendas de campaña en un campo de fútbol y las organizaciones de ayuda alojan a 100 personas aquejadas por esta espantosa enfermedad.
Una chica joven llega en una carreta de bueyes. Sus familiares y una pareja de agobiadas enfermeras la trasladan a un mostrador de inscripción. Después de que anotan sus datos, la pobre chica se recuesta sobre una lona, estremeciéndose por el agotamiento y la deshidratación.
Un poco después, un hombre se dirige a un trabajador de la Cruz Roja. Le explica que en su pueblo el cólera se ha cobrado en los últimos días la vida de 10 vecinos. Suplica que se organice algún tipo de transporte, pues, como en el caso de la joven, todas las personas afectadas de su pueblo tienen que ser trasladadas en carreta o carretilla. Añade que, para transportar a una persona con este calor, diez kilómetros son una larga distancia.
Su solicitud es presentada a la enfermera responsable. "¿Qué vehículos?", pregunta ésta. "No hay tantos camiones ni coches libres y, además, ¿de dónde íbamos a sacar el dinero para el combustible?"
En el centro del campo de fútbol, una de las tiendas de campaña está reservada para los casos más graves. Un hedor de cloro recibe a quienes acceden a ella. Aquí, todo está meticulosamente fregado, una y otra vez.
A la derecha hay una mujer conectada a un respirador. "Insuficiencia renal", susurra la enfermera. Una enfermedad previamente existente agravada por el cólera. "Debería estar en Harare", continúa la enfermera. Pero otra vez: el problema del transporte.
La joven de fuera se recuperará. Aquí va a recibir un tratamiento de primera calidad y disfrutar de acceso a inodoros y comidas periódicas. El cólera no es una enfermedad difícil de tratar. Con suficiente líquido, una atención delicada y algo de descanso, la joven volverá a ponerse de pie en unos pocos días. Ha tenido suerte, pues su comunidad disponía de una carreta de bueyes y su pueblo está a una distancia posible de recorrer. Como casi todos los casos en este improvisado hospital, la joven se repondrá y volverá a su casa.
La acción de la Cruz Roja
La realidad es que el brote de cólera está íntimamente relacionado con el colapso económico e infraestructural en Zimbabwe. En este contexto, organizaciones como la Cruz Roja desempeñan una función clave. Pese a la necesidad de abordar los problemas de infraestructura, en este momento, su atención se centra en detener las infecciones y las muertes. Detener la propagación del cólera es, literalmente, una cuestión urgente de vida o muerte.
Los resultados ya son evidentes. La organización produce millones de litros de agua segura y excavando letrinas, está apoyando a las clínicas sobrecargadas y con escasos recursos con medicamentos y expertos en cólera, y los voluntarios explican a las personas en los pueblos más remotos las sencillas medidas que deben adoptar para detectar y prevenir la enfermedad.
Falta de recursos
Sin embargo, a pesar de las apremiantes necesidades y el verdadero impacto que la Cruz Roja y la Media Luna Roja están teniendo en todo el país, la falta de fondos es alarmante. "Si esto no cambia, nos veremos obligados a revisar nuestros planes. Y esto es sencillamente insostenible", advierte la Cruz Roja.
"Ya hemos visto cómo se ha sobrepasado una vez 'el peor de los casos'. La población de Zimbabwe no puede permitirse sobrepasar uno más. Ha sufrido más que suficiente y necesita desesperadamente nuestros esfuerzos colectivos para ser rescatada de esta atroz crisis humanitaria. Deben proporcionarse los recursos necesarios para luchar contra el cólera en primera línea. El número de muertos excede ya los 3.000. No podemos permitir que alcance los 4.000. Ello sería un hito de más, excesivamente macabro y completamente innecesario", sostiene la organización.